PROFECIAS BIBLICAS ¿ realidad o ficcion )
  EL SANTUARIO Y SU SERVICIO
 

 

SÍNTESIS DEL MINISTERIO CELESTIAL DE JESÚS

Y SU RELACIÓN CON APOC 4-5

Qué dijo y qué no dijo E. de White

 

 

Una de las visiones más difíciles de comprender a lo largo de la historia del cristianismo ha sido la de Apoc 4 y 5. En parte, esa dificultad se debe a que el estilo de la revelación divina no es sistemático. Dios no revela todo a una sola mente. Aún a una misma persona le revela de a poco su mensaje. Le da aquí y allí, en diferentes momentos, una dimensión más abarcante de determinada verdad.

Además de la dificultad divina para abrir la mente de sus profetas y del pueblo que iba a escuchar o leer su revelación, se capta el interés del cielo en dejar abierto un espacio para que los que no son profetas—nosotros los que estudiamos la Palabra de Dios—podamos investigar y empaparnos de las verdades de la revelación.

“¿A quién se enseñará conocimiento, o a quién se hará entender doctrina?” (Isa 28:9). A los que se esfuercen por conocer la voluntad de Dios, su Palabra. Dios escogió darnos su revelación “precepto tras precepto, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá”. Su pueblo podría avanzar en conocimiento mediante el esfuerzo en juntar todas esas partes y así obtener una comprensión más amplia de la voluntad divina (v. 10,13).

Lo mismo ocurre con los escritos del Espíritu de Profecía que Dios levantó para estos postreros tiempos en la vida y obra de E. de White. Es admirable la armonía que se encuentra en ellos cuando se los compara con todas sus declaraciones a lo largo de su más de medio siglo de ministerio profético, y aún más cuando se comparan sus declaraciones con la Biblia. Debido a esto se le dio la siguiente orden hacia el final de su vida: “ junta los fragmentos, que nada se pierda ”.

Siendo que recientemente se han liberado todos los manuscritos de E. de White que nunca se habían publicado antes, contamos hoy con una información más completa de lo que ella expresó especialmente sobre Apoc 4-5. Una colección de esas declaraciones la publicamos y comentamos en el segundo capítulo del libro La Crisis Final en Apoc 4-5. Debido a que algunos construyen sus propias convicciones a partir de ciertas declaraciones aisladas de su pluma, aquí nos proponemos confrontar las deducciones principales que se han hecho con todo lo que ella escribió a lo largo de los años, y en especial hacia el final de su vida en manuscritos que en gran parte nunca se publicaron antes.

En algunos casos daremos la referencia de la página y de la cita que numeramos en el libro mencionado, para que el lector pueda tener fácil acceso a la declaración entera. Con esto dejamos en claro que no pretendemos ser exhaustivos en este resumen. El que quiera tener una dimensión más amplia de estos temas deberá recurrir a la obra ya mencionada, y a otras anteriores donde abordamos aquí y allí el mismo tópico.

 

I. Inauguración en el lugar santísimo

 

Más de una interpretación se ha levantado en la Iglesia Adventista a lo largo de su historia con respecto al lugar donde fue Jesús cuando ascendió al cielo, si al lugar santo o al lugar santísimo del templo celestial. Siendo que E. de White escribió que la puerta del lugar santísimo no se había abierto antes del juicio investigador en el tiempo del fin, y vio a Jesús sentado a la diestra de Dios en el lugar santo antes de ese evento final (PE, 54-55), algunos han deducido que cuando Jesús ascendió al cielo se sentó a la diestra de Dios en un trono en el lugar santo.

Estudios posteriores sobre la tipología bíblica dieron lugar a una segunda interpretación. Moisés ungió el lugar santísimo, y la profecía de Dan 9:24 anunciaba un ungimiento equivalente en el lugar santísimo del templo del nuevo pacto. Teniendo en cuenta este hecho, ¿sobre qué base podríamos negar que el lugar santísimo debía ser ungido en la inauguración del santuario celestial? Por el contrario, otras declaraciones posteriores de E. de White parecen confirmar el ungimiento del lugar santísimo cuando afirman que la puerta a ese departamento del santuario celestial fue abierta cuando Jesús murió en la cruz del Calvario (SDABC V, 1109).

¿Cuándo habría Jesús pasado al lugar santo para cumplir con su papel sacerdotal anunciado por la tipología bíblica? Luego de concluirse los actos inaugurales que lo sentaron a la diestra de Dios en el lugar santísimo. ¿Hasta cuándo oficiaría junto a su Padre en el lugar santo? Hasta el juicio final, cuando se estableciesen los tronos del juicio, y se desarrollase la escena esperada en ambos compartimentos del templo celestial. En otras palabras, la puerta al lugar santísimo (según habría dado a entender E. de White), no se habría abierto durante todo el largo ministerio sacerdotal de Jesús en el lugar santo hasta ese momento final del juicio. Y esto sin negar que antes de comenzar ese ministerio en el lugar santo había estado abierta.

Una tercera interpretación , más reciente, admite que Jesús ascendió directamente al lugar santísimo para ser ungido por su Padre en el mismo día en que resucitó (Juan 20:17). En esa ocasión se habría sentado a la diestra de Dios en su trono en el lugar santísimo. Sin embargo, deduce que cuando Jesús ascendió al cielo en el Pentecostés cincuenta días más tarde lo hizo al lugar santo, no al santísimo. Esta interpretación se basa en la declaración de E. de White de que “hasta allí [el primer departamento] lo siguieron los discípulos por la fe cuando se elevó de la presencia de ellos”. En ese contexto se agrega la aplicación de Heb 6:19-20 que ella dio como refiriéndose a ese lugar (CS, 473).

Esta tercera interpretación se fundamenta en una deducción interesante, aunque hay algunos hechos que parecen debilitarla.

 

a) Nunca E. de White ni la Biblia dieron a entender que Jesús se sentó a la diestra de Dios en esa mañana de la resurrección. La única entronización de la que habla la Biblia está conectada con el Pentecostés, que tuvo lugar cincuenta días más tarde (Mar 16:19; Hech 2:32-33; véase Apoc 3:21).

 

b) La declaración “hasta allí” puede ser una referencia al lugar santo donde se estableció Jesús después de ser entronizado en el lugar santísimo durante la fiesta del Pentecostés. A partir de entonces, y durante todo el primer siglo, los apóstoles pusieron sus ojos en ese lugar (el santo), en donde permanecería por 1800 años (Rom 8:33-34; Col 3:1; 1 Ped 3:22).

 

c) La aplicación de E. de White a Heb 6:19-20 y 9:12 no se restringe al lugar santo, sino que puede involucrar también el lugar santísimo. Esto se comprende mejor cuando se comparan esos pasajes con la expresión que encontramos en Núm 18:7, “del velo adentro”, en referencia a todo el ministerio del santuario que incluía ambos apartamentos. Así, la expresión “dentro del velo” es una referencia al santuario celestial y a todo su ministerio que, en diferentes momentos, podrá aplicarse al lugar santo y al lugar santísimo.

 

d) En los actos inaugurales que duraron alrededor de dos semanas (véase Ex 29; Lev 9; Núm 7), Aarón y Moisés entraron más de una vez al lugar santísimo, antes y después del sacrificio (Ex 40; Lev 9:22-23). Los actos inaugurales se completaron cuando la gloria de Dios entró al lugar santísimo (Lev 9:23-24). En este contexto, debemos admitir que la inauguración del santuario celestial y del ministerio de Cristo no se completaron hasta que Jesús, “la gloria” (Jn 1:14), fue entronizado a la diestra de Dios (AA, 38).

 

e) La referencia de E. de White al traspaso de las “puertas elevadas” cuando Jesús fue coronado en el año 31, apuntan hacia el lugar santísimo que, en el templo de Salomón, se encontraba en un nivel bastante más alto que el suelo del lugar santo (PUR, 10).

 

f) Ella declaró que el propiciatorio estaba debajo del trono de Apoc 4-5.

 

g) La referencia de E. de White al concilio celestial que se reunió en la inauguración frente al trono de Dios con el arco iris a su alrededor, que luego aplicará al concilio celestial que se reúne en el lugar santísimo en el juicio investigador, sugiere un mismo lugar para ambos eventos. Por la similitud, y teniendo en cuenta que tanto en la inauguración como en el juicio final del mundo, la puerta al lugar santísimo está abierta, se deduce que la entronización en el Pentecostés se dio en el lugar santísimo. Ambos concilios, con los representantes de todos los mundos, no estuvieron en operación durante la era cristiana entera. Son convocados para los eventos más sobresalientes de la lucha entre el bien y el mal.

- Aún así, tenemos que destacar el hecho de que E. de White nunca vio “tronos” en ocasión de la inauguración del templo celestial. Esto es algo que, como veremos luego, se le mostró a ella únicamente en conexión con el juicio final en armonía con Dan 7 y Apoc 4-5. Lo mismo podemos decir con respecto a otros elementos de esa misma visión que fueron vinculados exclusivamente con el juicio final.

 

II. Ministerio en el lugar santo

 

También han aparecido varias interpretaciones acerca del ministerio de Jesús en el lugar santo. Algunos críticos, dentro del adventismo, se han basado en el hecho de que durante el año, el sacerdote en el antiguo Israel se veía separado de Dios en su trono por una cortina o puerta hasta el Día de la Expiación. De allí dedujeron que es inverosímil que el Hijo hubiese estado separado por una puerta del Padre durante la mayor parte de la dispensación cristiana hasta su conclusión en el juicio final. La solución que intentaron traer fue, por consiguiente, una concepción del santuario más o menos filónico-griega que niega que hubiese puertas y velos en el templo celestial. ¿Cómo respondemos a esto? Que los adventistas nunca creyeron eso. Por otro lado, la adopción de postulados filosóficos paganos griegos atenta contra el pensamiento hebreo y bíblico de la revelación (véase 1 Cor 1:21-24).

 

Tanto E. de White como los pioneros creyeron que Jesús estuvo sentado a la diestra de Dios en el lugar santo hasta 1844, cuando pasó a oficiar en el lugar santísimo (Dan 8:14; 12; Apoc 11:15,19). En otras palabras, el Hijo no estuvo separado del Padre por 1800 años. Pero, ¿cómo explicar este contraste entre el Antiguo Testamento y el Nuevo? ¿No rompe este hecho la tipología bíblica?

 

Una propuesta surgió en épocas recientes que consistió en ir a los muebles del santuario terrenal para ver si allí había alguno que pudiese representar a un trono en el lugar santo. Siendo que el Apocalipsis no menciona la mesa de los panes, se dedujo que se debía a que en su lugar, Juan mencionaría directamente el trono (Apoc 4:2). De esta forma, se sugirió que las dos hileras de panes representan al Padre y al Hijo sentados juntos. Siendo que el candelabro que Juan vio delante del trono (Apoc 4:5), estaba en el santuario terrenal en el sur, y la mesa en el norte, dedujeron que la visión de Apoc 4 y 5 reflejaba el cuarto del lugar santo del templo celestial. A esto sumaron la visión de Eze 1 que revela que Dios se desplaza a veces sentado sobre un trono, de tal manera que el lugar del trono, según se arguyó, podría variar según las circunstancias.

Esta interpretación ha sido fuertemente resistida por varias razones. Entre ellas mencionemos las siguientes:

 

a) Nunca E. de White recurrió al mueble de la mesa de los panes para transformarlo en un símbolo del trono de Dios.

 

b) Nunca especificó E. de White que el trono de Apoc 4 y 5 estaba en el lugar santo. Por el contrario, como volveremos a verlo, sus declaraciones fueron definidas en ubicarlo en el lugar santísimo y en conexión con el arca.

 

c) Una mesa no es un símbolo de una silla. (Sólo gente maleducada se sienta sobre una mesa).

 

d) La mesa de los panes no estaba en el centro del lugar santo, sino a un costado. Siendo que el nombre del tabernáculo y del arca fue derivado del testimonio o decálogo divino, la colocación de un trono a un costado del templo dislocaría la tipología bíblica. ¿Qué hacemos también con las diez mesas que Salomón mandó colocar en su templo, siguiendo el bosquejo que Dios le trazó para ese templo a su padre David? (1 Crón 28:15-16,19; 2 Crón 4:7-8,19).

 

d) El trono móvil que transportó primero al Padre, y luego al Hijo al lugar santísimo en 1844, según la visión de E. de White, no es el mismo que el del lugar santo ni tampoco que el del lugar santísimo (PE, 54-55).

 

e) El trono de Dios en Apoc 4 y 5 no es móvil. Tampoco el trono descrito en Isa 6, al que E. de White identificó con el lugar santísimo y con la obra final de juicio que tendría lugar en el santuario celestial, nunca con la inauguración del templo celestial.

 

f) Nunca recurrió E. de White a la visión del trono móvil de Eze 1 para vincularla al lugar santo del santuario celestial. Eze 1 es una visión de juicio que revela la venida o “visitación” del Señor del santuario celestial al santuario terrenal. Los cuatro querubines no están ligados al lugar santo, sino al santísimo, como se ve en el templo de Salomón donde había dos querubines esculpidos en ese lugar que se sumaron a los dos que había sobre el arca (2 Crón 3:10-13). Podría decirse que el movimiento se da del lugar santísimo del santuario celestial al lugar santísimo del santuario terrenal.

 

h) Si en Apoc 4 vemos al candelabro delante del trono, puede deberse a que la puerta del lugar santísimo está abierta, mostrando un cuadro homogéneo de todo el santuario, y no porque estuviese delante de la mesa de los panes.

 

Un cambio anticipado. Aquí debemos preguntarnos si hay necesidad de recurrir a los muebles del lugar santo para explicar la visión de E. de White del Padre y el Hijo oficiando juntos en ese lugar, antes de establecerse la corte final de juicio en el lugar santísimo. La Biblia y los escritos de E. de White no niegan que hay un cambio en el nuevo orden; ¿porqué, entonces, esforzarse por encontrar un mueble en el lugar santo que

represente el trono de Dios? El hecho que se trae a colación de que Dios se desplazó sobre un trono en Eze 1, parece reflejar de nuevo, la intención de querer probar que no habría un cambio real en el nuevo orden.

Vayamos a la Biblia y a los escritos de E. de White para entender cómo resolvieron los profetas esa aparente contradicción entre el orden antiguo del santuario terrenal, y el nuevo del santuario celestial. No está demás decir que problemas semejantes encontró el apóstol Pablo cuando quiso revelar a sus compatriotas judíos el propósito del santuario terrenal. Había correspondencia entre el santuario terrenal y el celestial, pero también contrastes.

Pablo encontró que Dios había anticipado proféticamente algunos cambios, ya que la “sombra” o “símbolo” del santuario terrenal contenía “defectos” [nunca podía representar en forma completa la realidad celestial (Heb 7:18; 8:5-7; 9:9-10)]. ¿Cuáles fueron esas anticipaciones proféticas que introducirían algunos cambios en la realidad? El salmo 40 anunciaba que en lugar de sacrificios de animales se sacrificaría al Mesías Hijo de Dios (Heb 10:1-10). El mismo rey David había anticipado que el sumo sacerdote del nuevo pacto no iba a ser hijo de Leví ni de Aarón, sino de David (Heb 7; cf. Sal 110:1,4). Mientras que, por ser “hombres débiles” y pecadores que morían (Heb 7:23,27-28), los sacerdotes terrenales no podían oficiar regularmente ante la gloria de Dios sin que estuviese cubierta por un velo o puerta, el cuadro iba a cambiar cuando viniese el Mesías prometido que tendría “un sacerdocio inmutable” y “perfecto” (Heb 7:24,28). El sí podría oficiar regularmente a la diestra de Dios, como lo anticiparon David (Sal 110:4) y Zacarías (6:12-13), sin velos o puertas que los separasen.

¿Dónde está la profecía que anunciaba que en lugar de oficiar en el lugar santo, el Hijo iba a oficiar siempre como sacerdote en el lugar santísimo? En ningún lado. Esto nos enseña a no buscar en nuestras imaginaciones todos los cambios que se adaptarían mejor a nuestra cultura o concepción de las cosas sobre lo que debía darse en el cielo. Debemos aceptar los límites impuestos por la revelación divina acerca de lo que se corresponde y se modifica entre lo representado por el culto antiguo y el nuevo.

En lugar de una profecía que anuncia un cambio en el que no hay ni velos ni puertas, los apóstoles Pablo y Juan nos hablaron de velos y puertas en el templo celestial (Heb 6:19; 9:1-12; 10:20), y que debían abrirse y cerrarse en diferentes contextos (Apoc 3:7-8; 4:1; 11:19; 15:5). En efecto, si el Padre y el Hijo no hubiesen estado sentados en el lugar santo, en un “reino de mediación” como lo llamó E. de White, ¿cómo explicaríamos el hecho de que cuando llega el juicio final hay desplazamiento y establecimiento de Dios sobre su trono? (Dan 7:9-10,13-14). ¿Cómo explicamos el hecho también de que la puerta al lugar santísimo se abre en la séptima trompeta que involucra al juicio final, y no durante el sonido de las trompetas anteriores? (Apoc 11:15,19). Esto es posible únicamente cuando aceptamos que el “continuo” ministerio sacerdotal del Hijo a la diestra del Padre se da en el lugar santo, y sin necesidad de buscar allí un mueble que lo represente para fundamentarlo.

 

III. JUICIO FINAL EN EL LUGAR SANTÍSIMO

 

Nadie niega en el adventismo que E. de White y los pioneros hayan vinculado el juicio final con el lugar santísimo, conforme a la tipología ofrecida por los apóstoles Pablo en Hebreos (Heb 9:23,27-28) y Juan en Apocalipsis (Apoc 11:18-19). La discusión gira en torno al lugar y ocasión descritos en Apoc 4 y 5, si a la inauguración o al juicio final. El momento en que el Cordero se acerca al trono y toma el libro de la mano del que está sentado sobre él, no puede vinculárselo a todo su ministerio terrenal—como alguien lo sugirió en determinado momento—sino a uno de dos momentos fundamentales, la inauguración o el juicio final.

Siendo que hemos tratado a fondo este punto en otras obras, respondiendo a objeciones de uno y otro lado dentro y fuera del adventismo, aquí buscaremos resaltar esencialmente lo que dijo y no dijo E. de White sobre ese juicio. El hecho de que en un libro muy difundido y conocido como el Deseado de Todas las Gentes, la autora mencionase el trono de Dios y el arco iris que lo rodea tal como lo describe Juan en Apoc 4, amén de la aclamación que le hicieron los ángeles con las palabras de Apoc 5:12, llevó a algunos a suponer que esa visión tenía que ver con la inauguración del santuario celestial, más definidamente el Pentecostés. No se percataron que ese mismo canto ella lo ubicó en diferentes contextos, porque un canto puede cantarse más de una vez.

Además, la mención del trono de Dios y del arco iris que lo rodea puede deberse a que ese evento ocurrió en el mismo lugar, (según vimos más arriba), pero en tiempos diferentes. En efecto, tanto el trono como el arco iris de Apoc 4 y 5 los vinculó ella también al juicio final (como veremos más abajo).

Para dirimir la duda acerca de qué es lo que entendió E. de White sobre esa visión, corresponderá acá traer a colación las cosas que ella dijo y que no dijo, más precisamente las descripciones y cantos de Apoc 4-5 que identificó con el lugar santísimo en el juicio final y que jamás vinculó con la inauguración. En lugar de ser exhaustivos como lo fuimos en obras anteriores, aquí nos contentaremos con resaltar algunos puntos importantes.

 

a) Nunca identificó E. de White la “puerta abierta” al trono de Dios de Apoc 4, con la que se abría hacia el lugar santo desde el patio. Como ya vimos, algunas deducciones que se han hecho en este sentido carecen de fundamento sólido. Por el contrario, tenemos testimonios bien claros de E. de White que identifican esa puerta con la del lugar santísimo en conexión con Apoc 3:7-8 en la época correspondiente al juicio final. Tal vez por esa razón la primera adventista que, además de E. de White, vinculó la puerta de Apoc 4:1 con el lugar santísimo en el juicio investigador, parece haber sido Sara Peck, su secretaria y compiladora de manuscritos por varios años en Australia y USA. Si los candeleros estaban delante del trono se debía, según argumentó ella, a que la puerta entre los dos cuartos estaba abierta (Apoc 4:1).

 

b) E. de White nunca vio “tronos” en la inauguración del templo celestial, ni tampoco en el ministerio sacerdotal de Jesús sentado a la diestra de Dios en el lugar santo. Por el contrario, negó implícitamente que los hubiera cuando después de describir tal ministerio, vio abrirse la puerta al lugar santísimo en la época final y declaró: “Allí vi tronos que nunca había visto antes”. En otras palabras, ella describió los tronos única y exclusivamente en relación con el juicio final en el lugar santísimo. Esto está en perfecta consonancia con sus referencias a Dan 7:9-10 y Apoc 4-5 para describir la corte final de juicio (véase más adelante). Conviene destacar que esos pasajes son los únicos que describen los tronos de los que secundan la labor de juicio del rey celestial en conexión con el fin del mundo.

 

c) Ubicó el trono de Dios descrito en Apoc 4:2-3 sobre el propiciatorio que cubría el arca del pacto, y bajo el arco iris que lo rodea, nuevamente en referencia al lugar santísimo y al juicio final.

 

d) Citó Apoc 5:11 para describir a los ángeles de Dios en el juicio final.

e) Instó a estudiar Apoc 5 en el contexto del juicio investigador cuando se abren los libros para juzgar al pueblo de Dios, y en relación directa a los eventos finales del juicio (algo que se entiende mejor si tenemos en cuenta que la recepción del libro y el abrimiento de sus sellos están relacionados con la posesión del reino de David de parte del Cordero).

 

f) Fue consistente en describir a Jesús de pie en el lugar santísimo delante del trono en el juicio final como en Apoc 5:6, con el trono descrito de la misma manera que en Apoc 4:2-3, y en contraste con su posición anterior de sentado a la diestra de Dios en el lugar santo.

 

g) Tanto la recepción del libro como el abrimiento de sus sellos descrito en Apoc 5, los relaciona el Espíritu de Profecía única y exclusivamente con el juicio final.

 

h) El cántico que entonan los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos cuando el Cordero toma

 
   
 
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