PROFECIAS BIBLICAS ¿ realidad o ficcion )
  ACONTECIMIENTOS FINALES
 

«Oiréis de guerras y rumores de guerras. [...] Se levantará nación contra nación, y reino contra reino.»

        Aunque la humanidad siempre ha sido víctima del flagelo de la guerra, ningún otro período de la Historia ha conocido una escalada bélica como la acaecida durante el siglo XX. La Cruz Roja Internacional estima que más de 100 millones de personas han perecido desde comienzos de siglo a causa de las guerras. Hasta 1914, los conflictos armados nunca habían tenido alcance universal. Sin embargo, las dos Guerras Mundiales sí lo tuvieron. En la guerra del 39, apenas 12 países pequeños no intervinieron ni técnica ni militarmente, y 93 millones de personas prestaron servicio militar en los ejércitos de ambos bandos. De éstos, 25 millones murieron. Las bajas entre la población civil fueron también inéditas en la Historia: sólo en la Unión Soviética perecieron 20 millones de civiles a consecuencia de dicha contienda. El Washington Post señaló: Los conflictos bélicos de nuestro siglo han sido guerras totales, libradas contra civiles y combatientes por igual. [...] En comparación con éstas, las bárbaras batallas del pasado fueron escaramuzas callejeras. [1]
        Desde la Segunda Guerra Mundial —conflagración que se esperaba que garantizase
el fin de todo conflicto armado— han estallado más de 150 guerras de grandes proporciones —definidas éstas como conflictos causantes de más de 1.000 muertes al año—, eso sin contar cientos de escaramuzas, alzamientos y revoluciones. La cifra de víctimas fatales en enfrentamientos bélicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial supera ya los 23.142.000.[2]

 Desde la caída del muro
       El mundo esperaba que la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 marcara no sólo el fin de la Guerra Fría entre las superpotencias, sino también el inicio de una era de paz mundial. Desgraciadamente eso no ha sucedido. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados informó en noviembre de 1995 que en esa fecha 50 millones de personas de todas las latitudes se hallaban desplazadas de sus hogares a causa de guerras, atrocidades y persecuciones, una cifra sin precedentes. El informe añadía sombríamente: El fin de la Guerra Fría generó una fuerte corriente de optimismo acerca de la situación de los refugiados de distintos continentes. Se pensaba que al desaparecer la rivalidad entre las superpotencias se resolverían muchos conflictos. [...] Casi puede decirse que ha sucedido todo lo contrario.
[3]
       En su informe anual, la National Defense Council Foundation, organismo norteamericano de investigación y promoción de intereses, estimó que en 1995 se libraron 71 guerras, el doble de las contabilizadas en 1989, primer año en que esta entidad se dio a la tarea de reunir estadísticas sobre el particular. Su director, Andrew Messing, oficial en retiro de las fuerzas especiales, declaró que los mayores peligros surgidos en la era posterior a la Guerra Fría son la proliferación de las armas nucleares y biológicas, la creciente militarización de la China y el aumento de la violencia relacionada con el narcotráfico.
[4]

 Limpieza étnica y horrendas luchas tribales
        En esta profecía, donde dice «se levantará nación contra nación», la palabra empleada en el texto original griego y que se tradujo como nación al castellano es etnos, cuya traducción más precisa sería raza o tribu. Dicho de otro modo, Jesús vaticinó que los grupos étnicos se levantarían unos contra otros. En años recientes este augurio se ha cumplido con trágicas consecuencias. El historiador Arthur Schlesinger, quien se hizo acreedor al premio Pulitzer, advierte: «Si el siglo XX ha sido el de las guerras ideológicas, el XXI será el de las luchas étnicas».
[5]
        La agencia AP informa que en el curso del presente siglo las matanzas perpetradas por súbditos de diversas naciones contra sus conciudadanos han superado las muertes provocadas por enfrentamientos con rivales extranjeros. En su informe, la agencia alude a las purgas de Stalin, la Revolución Cultural china, los campos de exterminio de Camboya, la llamada depuración étnica de Bosnia, los horrores de Ruanda, etc. También podríamos mencionar la fratricida guerra civil española y los choques entre movimientos guerrilleros y el ejército que han marcado la historia reciente de muchos países latinoamericanos.
       En su reportaje, la agencia AP emite una grave sentencia:

       El siglo XX está bañado en sangre [...], la demencia homicida ha segado la vida de 170 millones de personas. [...] No por nada el término genocidio se acuñó en nuestro siglo.[6]

        Si bien el panorama se presenta sombrío, se acerca el día en que Dios mismo intervendrá para acabar de una vez para siempre con la violencia y las guerras que azotan al mundo. La Biblia enseña que cuando Cristo retorne a la Tierra, «juzgará a las naciones y reprenderá a muchos pueblos […]. Volverán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.» (Isaías 2:4.)
        Más adelante dedicaremos más espacio al reinado de paz que se establecerá en la Tierra. Por ahora volvamos a las duras realidades que nos ocupan en este momento.

 

Escuchar la voz de Dios

     Cuando te apartes de los demás y en la quietud de tus aposentos pases un rato conmigo, te hablaré en susurros. Al comienzo lo que te diga no será audible siquiera. Simplemente te daré la paz que te hace falta. Te susurraré al oído Palabras de amor que consolarán tu alma.
     Sin embargo, a medida que seas más constante en tomar ese tiempo conmigo, siempre acudiendo a Mí con fe, creyendo que Yo estoy allí esperándote, que entro contigo en los aposentos silenciosos de tu corazón, en tanto que lo hagas con más y más asiduidad, comenzarás a oírme con mayor claridad. Escuchar Mi voz espiritualmente es un hábito que hay que cultivar. Exige práctica. Al principio requiere gran concentración y esfuerzo, pero poco a poco vas aprendiendo y empiezas a oír o a ver lo que te comunico.
     Es comparable a un guitarrista que aprende a afinar su instrumento. Al principio le resulta muy difícil. Tiene que concentrarse y prestar atención para distinguir qué cuerdas están desafinadas, qué clavijas deben ajustarse y cuáles deben aflojarse. Sin embargo, al cabo de un tiempo lo hace con total naturalidad y casi sin pensarlo.
     Lo mismo ocurrirá cuando aprendas a escucharme. Ven con regularidad, entra en los aposentos tranquilos de tu corazón y sintoniza con Mi voz. Susúrrame palabras de amor y espera que Yo haga lo propio. Paulatinamente llegarás a escucharme con más claridad. En poco tiempo ya no te llevará ningún esfuerzo. Podrás entrar silenciosamente en el aposento y escucharme con total nitidez. Ni siquiera dudarás de si se trata de Mí. Ya no tendrás que agudizar el oído, sino que Mi silbo apacible se hará oír en tu corazón para instruirte.

 
   
 
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